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Ultima Hora, FDS, 8 de noviembre de 2002
Dedicado a Óscar Recio Coll
Suena una música de tambores, fuerte y rítmica. Toshiro Mifune viene andando por un camino y llega a una encrucijada. Encuentra una rama caída, la tira al aire y toma la senda que señala la punta… Con eso, Kurosawa nos dice que es un samurai errante, y todos los lugares le dan lo mismo.
Llega a una casa y pide agua. Por una de estas coincidencias que exige el guión, el hijo de la familia se está marchando justo en aquel momento. Se va a un garito para ganar dinero rápido. Es su oportunidad, hay luchas y hacen falta hombres de armas. Su padre le dice que lo matarán y que es mejor ser granjero. Por fin se va… El hombre le dice a Mifune que el pueblo está lleno de jugadores. Después informa a su mujer de que el cervecero está comprando seda y paga mejor que el mercader de telas.
Mifune entra por la calle mayor, que está desierta. Se abren algunas ventanas y varios grupos de personas le miran. Un perro que lleva en la boca una mano cortada cruza la escena. Con eso, Kurosawa nos hace ver que la lucha es tan feroz que ya no se molestan en juntar los trozos de los cadáveres para enterrarlos.
El alguacil sale a la calle y le dice que hay dos hombres que se disputan el control del territorio y que escoja a cuál quiere servir. Llega hasta uno de los garitos y todos los tahúres salen a la calle para meterse con él. Les vuelve la espalda y entra en una taberna. Allí mantiene un instructivo diálogo con el dueño, Gonji, que termina de ponernos en antecedentes.
Los hombres más importantes del pueblo son Tazayemon, el mercader de seda, y Seibei, que tiene una casa de placer con mujeres, juego y saké. Se está haciendo viejo y su hijo y sucesor es débil. Su lugarteniente, Ushi-Tora, se había establecido por su cuenta. Ahora ve la oportunidad de controlar todo el negocio y está reclutando sicarios para librar el combate decisivo. En vez de haber feria de la seda, habrá una de muertos… Le apoya Tokuyemon, el cervecero (es Takashi Shimura). Gonji le dice que se marche del pueblo. Pero Mifune le contesta:
– Me gusta esto. Voy a quedarme.
– ¿Qué dices? ¿Es que no has comprendido nada?
– Desde luego que sí. Por eso quiero quedarme. Préstame atención. Me pagan por matar. Todo iría mejor si todos esos hombres estuvieran muertos. Piénsalo bien, Seibei, Ushi-Tora, los jugadores… estaría bien deshacerse de todos ellos.
– No lo conseguirías ni viviendo nueve vidas.
– Yo solo no lo conseguiría.
– Entonces, ¿cómo piensas lograrlo?
– Dame saké. Lo pensaré mientras bebo.
Y ya tenemos el cantar de gesta en marcha… Un hombre solo contra dos bandas de malhechores. Y «hasta aquí puedo leer». La película va tomando cada vez más fuerza. Y la escena final es… dinamita pura.
Para acabar por hoy, tres observaciones. La primera: Kipling no vio esta película, pero estoy seguro de que le hubiera encantado. Sanjuro es Stalky. La segunda: Toshiro Mifune borda el papel. La tercera: procure usted ver la versión original, y escuche lo que expresan los actores… en japonés, claro. Cuando los haya oído un par de veces, ya no necesitará subtítulos.
Si usted piensa lo mismo, o no, me encuentra en
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Aquí Sanjuro, disponiéndose a dar una pequeña lección de esgrima a unos desgraciados
Kipling – Stalky…
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