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Ultima Hora, FDS, 29 de noviembre y 6 de diciembre de 2002
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«El fin de la infancia» es un libro recomendable por muchos conceptos.
Hoy quería glosar para usted una cita que creo especialmente útil.
Uno de los personajes se llama Karellen y es, digamos, un extraterrestre.
Otro es Rikki Stormgren, el secretario de las Naciones Unidas.
Lo que sigue es parte de una de sus conversaciones.
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«Todos los problemas políticos», le había dicho una vez Karellen a Stormgren, «se pueden resolver con la correcta aplicación de la energía». Nota: en inglés ‘power’ es tanto energía, por ejemplo, eléctrica, como poder, por ejemplo, político.
«Esta frase suena un tanto cínica», había contestado Stormgren, dudoso. «Es un poco demasiado como ‘Might is Right’ (el poder es el derecho). En nuestra propia historia, el uso de la energía ha tenido un éxito notablemente escaso para resolver cualquier asunto».
«La palabra operativa es ‘correcto’. Ustedes nunca han tenido verdadero poder, o el conocimiento necesario para aplicarlo. Como en todos los problemas, hay planteamientos eficientes e ineficientes. Supongamos, por ejemplo, que una de sus naciones, guiada por algún gobernante fanático, intentara una revuelta contra mí. La respuesta muy ineficiente a esa amenaza sería unos cuantos miles de millones de caballos de vapor en forma de bombas atómicas. Si empleara suficientes bombas, la solución sería completa y final. También sería, como dije antes, ineficiente – incluso si no tuviera otros defectos».
«¿Y la solución eficiente?»
«Eso requiere más o menos la misma energía que un radiotransmisor pequeño – y unas aptitudes bastante similares para manejarlo. Porque es la aplicación de la energía, no la cantidad, lo que importa. ¿Cuánto tiempo cree usted que habría durado la carrera de Hitler como dictador de Alemania, si dondequiera que fuese una voz le hablara bajito al oído? O si una nota musical constante, lo bastante alta para apagar los demás sonidos y quitarle el sueño, le llenase el cerebro noche y día… Nada brutal, convendrá usted. Pero, a fin de cuentas, igual de irresistible que una bomba de tritio».
«Ya veo,» dijo Stormgren; «¿y no habría ningún lugar donde ocultarse?»
«Ningún lugar donde yo no pudiera enviar mis – ah – artilugios, si tuviera suficientes ganas de hacerlo. Y por eso nunca tendré que usar métodos realmente drásticos para mantener mis posiciones».
(( Ilustración de Pep Tur – pendiente ))
Cuando Arthur C. Clarke habla de política, sus puntos de vista suelen ser, como mínimo, poco convencionales. En el caso que nos ocupa se lo ha puesto fácil él mismo, porque Karellen es… bueno, Karellen es la pera. La llegada de los, digamos, extraterrestres ha cambiado totalmente las estructuras políticas de la Tierra. Las que han sobrevivido al impacto, como las Naciones Unidas, se han vuelto mucho más sutiles. Bueno, ya leerá usted el libro, si no lo conoce aún…
Estamos en el siglo XXI. Aunque no hayan llegado los extraterrestres, nuestros métodos de interacción deberían haberse refinado un poco. Pues ya ve usted, en lo que llevamos de siglo han cambiado un poco los medios, pero nada las intenciones. Los atentados del 11 de septiembre de 2001, la guerra de Afganistán, todo lo que está pasando en Israel y Palestina, lo que ocurre en Argelia y Marruecos, la represión en Guinea Ecuatorial, la situación de Argentina, Colombia, Venezuela, y otros países de Sudamérica… y lo que vendrá, todo eso se está desarrollando por cauces bien parecidos a los usuales en el siglo XX. Que fue el que batió todas las marcas de barbarie de la historia de la Humanidad. Genocidios, crímenes de guerra, absoluto desprecio por los derechos humanos… En fin, no es para estar orgulloso.
En estos momentos tenemos mucha más información que antes sobre lo que sucede, de bueno y de malo, en otras partes del planeta. Pero nuestra capacidad de mejorar las cosas no ha aumentado correlativamente. Aún no disponemos de las tecnologías de Karellen para meter en cintura al personal, pero un uso eficiente de las que ya tenemos puede añadir cantidades mensurables de bienestar al planeta. Por ejemplo, una campaña de Amnesty International en Internet evita una lapidación y añade la vida de una persona a la suma de vidas de la Humanidad. Y de rebote, pone en cuestión la forma de interpretar una doctrina que se da en una región concreta. En la práctica totalidad del mundo islámico ya se han dejado de aplicar las normas menos presentables. Es cuestión de seguir por este camino, que nos llevará mucho más lejos que el «big stick» de Mr. Bush.
Volviendo al ejemplo que usa Karellen, ¿hubiera podido Hitler llevar a cabo su «solución final» si los «mandos intermedios» de su ejército de verdugos hubieran estado en la picota de Internet desde la publicación del «Mein Kampf»? Hoy es más difícil que antes ocultar las cosas. Cuando un gobierno pretende dar un escarmiento ejemplar, el tiro le puede salir por la culata. Seguirán ahorcando pecadores, pero no lo transmitirán por televisión.
Los conflictos del siglo XXI aún son los del XX. Y no podremos resolverlos con los manuales de acción política del XIX. La imaginación es poder. Otro día, si usted quiere, podemos seguir explorando los frutos de la de Clarke. Mientras tanto, siga usted usando la suya…
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