(«In Motion», número 12, noviembre de 1989)
«¿Y qué, si…?»… Es una pregunta muy habitual. Si la nariz de Cleopatra hubiera sido un poco más larga, ¿Marco Antonio se habría enamorado de ella, cambiando la historia del Imperio romano? En lo que toca a los ferrocarriles, una pregunta frecuente es «¿Qué hubiera pasado si el ancho de vía de siete pies que propuso Brunel llega a ser el normal?». Bueno, ¿qué? Ahora mismo, la velocidad de los trenes no está limitada por el ancho de vía, y siempre han sido más rápidos que sus competidores de carretera. Tampoco habría traído ventajas económicas. Un tren de quinientas plazas no puede competir en precio con un autobús de cincuenta, ¿por qué un tren más ancho habría debido ser mejor? ¿Por qué este amor irreflexivo por lo grande?
No, un «what if?» más interesante es el contrario. ¿Qué hubiera pasado si el ancho normal de vía de los ferrocarriles hubiera sido de dos pies ingleses? Cosa que muy bien pudo haber sido: los ferrocarriles mineros suelen tener esa medida, aproximadamente. George Stephenson fue contratado por los propietarios de las minas para llevar carbón hasta los embarcaderos. Hubiera sido muy natural y muy sencillo prolongar las vías hasta los muelles.
¿Cuáles habrían sido los resultados? Los trenes habrían sido cortos y las velocidades bajas, serían conducidos a la vista como tranvías, con reglas de prioridad similares a las de la carretera en intersecciones y empalmes. Las líneas habrían sido mucho más empinadas y tendrían curvas mucho más cerradas. Por lo mismo, serían mucho más baratas de construir, y alcanzarían una cobertura mucho mayor. Todas las fábricas y la mayor parte de las granjas (que reciben y envían tonelajes de materiales sorprendentemente elevados) estarían servidas por los ferrocarriles. Ello daría un servicio mucho mejor. Un cargamento de medidas razonables sería encaminado en un tren directo, en vez de viajar en un vagón de vía normal que sufre los retrasos de pasar por varias estaciones de clasificación antes de llegar a destino. Estos ferrocarriles habrían ganado la batalla a la competencia de carreteras y canales, y también a las compañías de vía normal – ¡recuerde el miedo que les daba el ferrocarril de Ffestiniog!
Naturalmente, habría habido desarrollo técnico, en parte en la misma dirección que en los ferrocarriles principales, como el frenado continuo, y en parte en otros sentidos diferentes. El control automático de la señalización podría haber llegado mucho antes. Sólo un individuo muy rico podía pagar un tren de vía normal, pero muchos hubieran podido permitirse uno de vía estrecha. A medida que los motores eléctricos y de explosión entraban en el mercado, cada vez más gente habría podido comprar un vehículo propio, de manera que hubiéramos llegado a ser una sociedad basada en el ferrocarril, en vez de en la carretera. Habría sido diferente en tantas cosas… Es difícil imaginar precisamente en cuáles. Una visión fascinante de lo que hubiera podido ser – y de lo que aún podría ser…
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