La ilustración de portada es una imagen de la goleta «Esperanto», de Gloucester
Todos vamos en el mismo barco.
De acuerdo, pero nos falta saber qué clase de barco es… y qué hace cada uno a bordo.
No es lo mismo ir de pasajero en un trasatlántico que de grumete en una goleta de pesca.
Este libro nos cuenta lo que sucede cuando alguien pasa de una cosa a la otra.
La historia empieza en el bar de un gran vapor de lujo. Varios pasajeros están hablando de Harvey Cheyne, el único hijo de un importante hombre de negocios americano. Su madre lo lleva a Europa, para completar su educación. Educación que, por otra parte, no ha empezado todavía, según asevera uno de los contertulios…
Entonces entra Harvey, presumiendo del dinero de su padre, como de costumbre. Cuando pregunta si alguien tiene un cigarro turco, un alemán le da un puro fortísimo… El chico se marea al fumarlo, sale a cubierta en busca de aire fresco y cae al agua sin que nadie se percate. Con eso hubiera terminado su historia… y también ésta, naturalmente, pero Kipling dispone que sea salvado por Manuel, un pescador portugués que lo lleva a la goleta «We’re Here» (Estamos Aquí). Cuando se recobra, más o menos, se presenta al patrón del barco, Disko Troop. Con bastante poca diplomacia, Harvey le ordena que zarpe «ipso facto» hacia Nueva York y que envíe un telegrama a su padre, que le gratificará espléndidamente. Echa mano al bolsillo para enseñarle el dinero que lleva encima, y no encuentra sus ciento treinta y cuatro dólares. Con tan poca diplomacia como antes, le acusa de habérselos robado. Cuando se cansa de la discusión, Disko le da un puñetazo que le hace sangrar por la nariz.
No habiendo conseguido convencer al patrón para que abandone la pesca antes de llenar la bodega de bacalao, cosa para la que aún faltan tres o cuatro meses, no le queda más remedio que integrarse en la tripulación. Ocurre que hay una vacante a bordo, porque en esta temporada ya ha muerto ahogado uno de los dos grumetes, que se llamaba Otto y era sueco. El otro es Dan Troop, que es hijo del patrón y está aprendiendo el oficio de marino «desde abajo».
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Spencer Tracy y Freddie Bartholomew
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A medida que van llegando en sus respectivos botes, Dan nos presenta al resto de la tripulación. A Manuel ya le conocemos. Le siguen Long Jack, Tom Platt, Pennsylvania y Salters Troop. Y por último, «last but not least», el cocinero. No se puede subestimar la importancia de un buen cocinero en un barco, porque la gente que trabaja de veras ha de comer de verdad.
Y «hasta aquí puedo leer», que ya empiezan a pasar cosas. Mis artículos no son para resumir libros; para eso ya está el «Reader’s Digest». Ni para echarlos a perder contándole el final, como ocurre cuando ve usted las adaptaciones al cine. Hablo de mis motivos para leerlos, y releerlos. Un libro que no vale la pena leer dos veces no vale la pena leerlo ninguna.
Pasaré sin comentarios sobre las películas porque no las he visto. Me interesa la de Victor Fleming. Está hecha en 1937, es decir, en vida del autor. Aún así, dudo que sea demasiado fiel al texto original. Diría que el protagonista debe ser Manuel, porque es el papel de Spencer Tracy. En la novela no habla mucho; como es portugués… Para eso ya está Long Jack, que es irlandés.
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Spencer Tracy y Freddie Bartholomew
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Hay otra adaptación hecha por Michael Anderson en 1995. No tengo referencias, ni motivo alguno para creer que valga más que la de Fleming.
Ni que sea mejor que leer el libro, por supuesto…
Otro día, si usted quiere, puedo contarle el principio de otro libro de Kipling, «Puck«, que es la mejor historia de Inglaterra que conozco.
Bueno, hasta entonces, o hasta cuando quiera.
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Maqueta de la «We’re Here»
Post Scriptum:
este libro es uno de los mejores que se han escrito nunca sobre la mar…
pero ocurre que contiene el relato de un viaje en tren
digno de figurar en cualquier antología ferroviaria.
Aquí está el texto original en inglés…
queda pendiente mi traducción castellana.
Es un homenaje que Kipling merece.
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(( Todos vamos en el mismo barco…
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