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Ultima Hora, 26 de mayo de 2004
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El 21 de mayo de 2004
subí a L’Hospitalet
para ver la presentación de
«Laberinto ordenado»,
de Cis Lenaerts y Pepín Valdés.
Siguen unas notas sobre las ideas
que me ha sugerido la obra.
Ya sabe usted que a mí me entusiasma Dalt Vila. Pero no he explorado el barrio a conciencia. De hecho, era la segunda vez en la vida que iba a L’Hospitalet. La primera fue hace bien poco tiempo, para ver la exposición de Cas Oorthuys, y me costó bastante encontrar el sitio. Bueno, ya tengo la primera idea-fuerza… Antes de llegar al «Laberinto ordenado», Teseo ha de atravesar otro Laberinto: las calles de Dalt Vila.
En esta ocasión tuve la suerte de coincidir en el Portal Nou con alguien que, según mi «educated guessing», iba para allá, de modo que seguí su mismo camino. Y, curiosamente, llegamos en un santiamén. Para transitar por un Laberinto, que simboliza el Caos, no hay nada mejor que un Guía. Por cierto, por si me lee… «un gros merci».
Al llegar a L’Hospitalet observé una rampa en la entrada. Por lo visto, ha hecho falta que Cis monte una exposición para que la adapten a las sillas de ruedas. Allí estaba, en un modesto segundo plano, mientras Pepín hacía los honores, así que me dediqué a estudiar el lugar y la obra.
L’Hospitalet ya no es una iglesia, pero sigue siendo un templo desde el punto de vista arquitectónico. Por lo tanto, representa el Cosmos y tiene unas dimensiones formales que se extienden desde su centro hasta los seis infinitos del espacio. Es un andamiaje de energías sutiles. En su momento contuvo la encarnación simbólica del Ser Supremo. Ahora es sólo un continente de obras efímeras, como la que nos ocupa hoy. Y ya tengo la segunda idea-fuerza: el «Laberinto ordenado» está en el centro del Cosmos, a medio camino entre la bóveda celeste y el subsuelo.
Cis y Pepín definen su trabajo como una «intervención». Según el diccionario de la Real Academia, es: «1. Acción y efecto de intervenir. 2. Oficina del interventor. 3. Cuerpo de oficiales que tienen por misión inspeccionar la administración de los ejércitos. 4. Operación quirúrgica». Otro día, si usted quiere, podemos ver lo que dice sobre el verbo «intervenir».
La obra se materializa en cuatro series de ocho cuerdas verticales que suben desde el suelo hasta una armadura formada por trece hileras de cuarenta y siete pares de triángulos equiláteros, hechos con papel rojo y montados con unas cinco mil quinientas varillas de bambú. La primera impresión es que representan un fuego en el aire. El todo parece inspirarse en un cierto espíritu oriental; la elección de los materiales, y acaso también la filosofía… Para los chinos, el orden cósmico resulta de una tensión perpetua entre Yin y Yang. Tal vez, lo que percibimos como orden es tan sólo una ilusión de los sentidos. O el producto de la aplicación mecánica de nuestras categorías mentales: el espacio, el tiempo… Pretendemos imponer leyes humanas al mundo físico. Nuestra imaginación choca con el Caos primordial, que nos envía la Catástrofe un día sí y otro también, para que reflexionemos sobre nuestro verdadero lugar en el Cosmos…
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Para armonizar un espacio, nada mejor que la música. Claudi Ferrer Beltrán toca el clarinete y el saxofón, y Luis Machín le pone el contrapunto, salvo en una pieza, en la que lleva la voz cantante… con un bajo eléctrico. Me rompe algunos esquemas sobre lo que se puede hacer o no con dicho instrumento, cosa que le agradezco. En la segunda parte, dos bailarinas ejecutan una coreografía con música grabada, un tanto demasiado «pop» para mi gusto. Haciendo abstracción de la fuente del ritmo, se mueven por el Laberinto con medida y sincronía, y de aquí deduzco la tercera idea-fuerza: el trabajo humano descifra el Laberinto y ordena el Caos.
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Repensando la cosa, veo que estoy en Dalt Vila, en un doble Laberinto: un enigma dentro de otro. De pronto se me ocurre un pequeño giro copernicano, la cuarta idea-fuerza: estoy en el subsuelo, y la bóveda representa los tejados de las casas de Dalt Vila. El bambú y el papel no son fuego y aire, sino madera y tierra. El rojo evoca la buena suerte.
Y de pronto lo veo todo claro. Las ideas-fuerza convergen en una resultante: el Caos del Laberinto visible de Dalt Vila se organiza con una estructura que une lo que está arriba y lo que está abajo. Los cables son ascensores, y el plano horizontal es un conjunto de túneles al mismo nivel, recorridos por dos vehículos con nombre propio. Es el Laberinto ordenado por el metro de medir y por el transporte metropolitano, que traerá la fortuna y la abundancia de bienes.
Tal vez por coincidencia, el mismo día 21 había aparecido en «Ultima Hora» un artículo mío sobre la nueva línea 11 del metro de Barcelona. Decía, entre otras cosas, que allí «Todo está preparado para viajar en silla de ruedas, incluyendo una rampa en cada andén que conduce directamente a un área reservada en el vagón del lado Trinitat Vella». El hecho obvio es que dije esto por y para Cis, sin tener la más remota idea de que estaba montando la «intervención».
Me quedé hasta el final del acto para ver cómo se las apañaba Teseo… digo, Cis Lenaerts, para desandar el Laberinto. El objetivo de la maniobra era llegar hasta la calle de Santa Maria. Una distancia que una persona válida salva subiendo una escalera se convirtió en todo un viaje, erizado de riesgos. Pasamos por Santa Faç, Sant Carles, Sa Carrossa, General Balanzat y Pere Tur. La razón de semejante periplo es que no habían podido aparcar más cerca el voluminoso monovolumen adaptado que Cis necesita para transportar su silla de ruedas. Ha sido un ejercicio práctico de accesibilidad sumamente aleccionador. O por mejor decir, de falta de ella.
Una primera conclusión es que la movilidad de Dalt Vila no se resuelve con escaleras mecánicas, porque Cis no puede usarlas. Ni muchos ancianos, ni las familias que tengan la bendición de unos hijos gemelos… Y ya puestos, cada vez que se me inflame la rodilla, yo tampoco. La solución es suprimir barreras arquitectónicas, poner ascensores hasta los puntos más altos y comunicar el conjunto mediante galerías subterráneas horizontales. Es la única forma de ordenar el Laberinto.
La palabra «periplo» viene del griego «periplous». Tiene dos acepciones: un largo viaje, y una de las maniobras clásicas de ataque naval, que consiste en rodear la flota enemiga para espolonear los buques por los costados o la popa, mucho más vulnerables que la proa. Otra maniobra era el «diekplous», que se hacía formando una cuña de barcos y embistiendo en fuerza la formación enemiga hasta romperla, tras lo cual podíamos proceder a espolonearlos… si nos dejaban, claro.
Es hora de probar el «diekplous», porque el «periplous» no nos lleva a donde queríamos ir, sino al remoto lugar en que el Hado ha dispuesto que hallemos un aparcamiento…
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