28 de Febrero de 2014
Ya sabe usted que el tiempo de nuestra vida se compone de ciclos. La década es uno de ellos. Hace unos diez años, este periódico tuvo la gentileza de publicar un artículo mío que se titulaba «Cortar el bacalao».
En aquella época, los poncios de turno decían que la libertad de moverse en automóvil es una conquista irrenunciable del progreso. Hizo falta hipotecar la isla para «desdoblar» unas cuantas carreteras. Había una máquina para contar a los cuatro gatos que nos manifestábamos contra aquello que daba unos resultados exactos… porque eran exactamente los que decía el portavoz del Consell. En cuanto a los efectos legales de las manifestaciones, eran los mismos que ahora: nada de nada. Los que cortan el bacalao siguen ninguneando a los manifestantes. Si vienen los poncios de turno, es para salir en la foto. Y yattá.
Diez años más tarde, los mismos espabilados que iban por ahí repartiendo pegatinas a favor de la E-20 están en la «marea azul» contra las prospecciones. Es contradictorio, porque lo han puesto todo -literalmente, todo- al servicio de un modelo de movilidad que se basa en importar un petróleo cada vez más escaso a unos precios cada vez más altos. Su modelo turístico trae a los clientes en aviones que vuelan a base de petróleo, para que circulen por aquí en coches de alquiler que funcionan con petróleo, coman alimentos que transportamos hasta aquí en barcos que gastan petróleo, etcétera. El petróleo sigue siendo la sangre de «nuestra» civilización. Según ellos, no hay alternativas a la gasolina, al keroseno y al asfalto. Pero ya ve usted que ese modelo no aguantará otros diez años.
Y aquí le dejo la pregunta: ¿qué pensarán, qué dirán y qué harán «nuestros» poncios dentro de diez años? Sería mejor que busque usted ahora mismo a gente que mire más allá de las próximas elecciones. O de sus narices, para el caso. Los políticos que nos interesan son los que piensan en las futuras generaciones. Otra cosa es… más de lo mismo.
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