Juan Manuel Grijalvo - Vasos comunicantes
(Ultima Hora, FDS, 30 de enero y 6 de febrero de 2004)
El dinero es como el agua. Entre los muchos nombres que le damos, el que más
destaca esta similitud con un fluido es "líquido". De ahí
viene "liquidez", una de las cualidades que definen una inversión,
o una masa patrimonial en un balance contable. Son tanto más líquidas
cuanto más fácil sea convertirlas en efectivo.
El dinero se guarda, por ejemplo, en depósitos bancarios. Podemos visualizarlos como cisternas o aljibes. Circula por procedimientos parecidos a tuberías o acequias, con esclusas, válvulas o grifos que regulan los flujos monetarios. Sin controles externos, los movimientos financieros son muy similares a los del agua. Por ejemplo, cuando suprimimos las trabas a la libre circulación de capitales en la Unión Europea, los tipos de interés tienden a igualarse, porque el sistema se comporta como una red de vasos comunicantes. Y el dinero, como un líquido que sube hasta el mismo nivel en todos ellos.
Antes de la guerra civil, el dinero era de plata. Tenía el valor intrínseco del metal que contenía. Si llegaba a valer más como materia prima de joyería que como numerario, los ciudadanos llevaban las monedas a fundir y yattá. De hecho, fue lo que ocurrió con aquellas monedas de cien pesetas que acuñó Franco. Antes de la guerra, el poder adquisitivo del dinero no variaba mucho de un año a otro. De manera que por los mismos duros le daban a usted los mismos kilos de pan o de garbanzos. En términos modernos, diríamos que no había inflación. En esa época, los préstamos entre particulares se concertaban a un cuatro o un cinco por ciento de interés. Algunos seres humanos diferían un año el placer de gastarse el dinero por ganar un cuatro por ciento, y otros lo anticipaban un año a cambio de pagar esa misma cantidad. Por eso digo que, a falta de otras distorsiones, el nivel natural de los tipos es poco más o menos el cuatro y medio por ciento. Por encima, dificultamos la financiación y retardamos las inversiones. Por debajo, desaparece el incentivo para ahorrar e invertir.
Cuando se comunican dos sistemas financieros con diferentes mentalidades, pueden ocurrir cosas imprevistas. En el Japón, los intereses siempre han sido bajísimos. Cuando los bancos japoneses invierten los fondos de sus clientes en Europa al cuatro por ciento están ganando muchísimo dinero. Para competir, las entidades locales han de reducir los tipos, tanto los de activo como los de pasivo. El gran vaso comunicante es una tubería que lleva dinero desde Tokyo hasta Frankfurt.
(ilustración de Pep Tur - pendiente)
Ya hemos visto que el dinero es como agua que se guarda en depósitos que son como cisternas. En sus libros "Puck of Pook's Hill" y "Rewards and Fairies", recomendables por tantos conceptos, Kipling nos habla por boca de Kadmiel de "ese maravilloso río subterráneo" por donde se mueve el oro del mundo. El capítulo se titula "The Treasure and the Law", el Tesoro y la Ley. Es una amarga lección sobre los efectos corruptores del dinero y las riquezas sobre las conciencias. Otro día, si usted quiere, podemos hablar también de "The King's Ankus", uno de los relatos de Mowgli. Kipling era un verdadero maestro.
Los billetes de banco ya representan un nivel de abstracción y desmaterialización del dinero muy importante, pero aún son "numerario", objetos físicos que podemos contar. Los sistemas de pago que nos han traído las nuevas tecnologías resultan menos transparentes. Lo reducen a unidades de cuenta, pero no modifican la sustancia del medio. Por ejemplo, las tarjetas de débito sólo sirven para retirar cantidades del saldo disponible en la única "cisterna" en que tiene usted depositados sus fondos.
¿Y una tarjeta de crédito? Es parecida, pero no es lo mismo. A efectos prácticos, es como una cisterna separada, que se conecta con la suya mediante un tubo provisto de una bomba hidráulica. Su banco o caja de ahorros la llena cada mes con tantos litros de dinero como unidades monetarias tenga el límite de gasto que le han asignado. Está a su disposición, y usted lo usa como si fuera suyo. A principios del mes que viene le ponen al cobro lo que ha gastado en éste. Tiene la opción de aplazar los cargos... pagando las comisiones e intereses que devengue la operación. Como la bomba funciona en los dos sentidos, usted también puede mover sus fondos y dejarlos disponibles en la "cisterna" del crédito. Que es precisamente el mecanismo de las tarjetas de prepago.
El sistema bancario es el cauce que lleva a los inversores los capitales que ofrecen los ahorradores. En teoría, el juego del mercado minimiza el plazo y el coste. Podemos verlo como una inmensa combinación de acueductos, embalses y esclusas. En teoría, cuanto más libremente fluyan los fondos de un banco a otro, de un mercado local a otro, de un país a otro y de un continente a otro, menos tardarán en desaparecer las diferencias económicas. Y es que si no se mueve el dinero, se desplazan las personas. Con todo lo que eso implica... en la práctica.
El dinero es como el agua... sucia. Otro día, si usted quiere, podemos hablar de sus relaciones con la movilidad, en las diversas acepciones de la palabra. La raíz del mal es el culto al becerro de oro.
Nuestro curioso sistema económico (pendiente)...
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