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Pero qué labia que tiene Adolfo.
Y como sabe donde tiene que darte:
que si la patria te necesita,
que si ahora es el momento,
que si es un trabajo cutre, sucio y duro,
de los que a ti te gustan….
Yo ya estaba jubilado.
Tendría que haber estado jugando con mis nietos.
Por otro lado, no era un momento fácil.
Bueno, no vamos a comernos las palabras:
fueron unos años del copón de bastos.
Y a mi me ardía la sangre al verme en el dique seco.
Vale, ya no tenía veinte años,
pero tampoco estaba para el desguace.
Y Adolfo tenía razón.
Me gustan los marrones.
Si no, no hay quien se explique mi vida.
Pero no divaguemos.
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